LAS CIUDADES LITERARIAS - LENGUA I

El secreto de los Sentimientos

Se puede caracterizar a Calantha desde muchos aspectos, pero en ella existen infinidades de encantos y atractivos, que transportándolos a la mente, la vuelven placentera y describen por sí sola.
Su finura, de formas arquitectónicas recargadas, esculturas expresivas y líneas exageradas, hace de ella una ciudad insólita e inusitada.
Calantha es voluptuosa, bella en todas sus expresiones, dulce, frívola, delicada, como lo son también las personas que viven allí.
En ella, ni uno de sus habitantes está exento de establecer una historia de amor con otra persona, de sufrir un engaño o de romper su corazón, ni hombres ni mujeres. En algún momento de la vida, en Calantha se vive el amor a flor de piel.
Es la ciudad donde no existen las preocupaciones diarias, la rutina, los problemas; se convierte en el lugar en el que quisiéramos estar toda la eternidad.
En Calantha el amor es difícil, duele, lastima, rompe y confunde. La Laguna de los Sentimientos se transforma en el lugar propicio para expresar esas emociones que no pueden salir, que lastiman el cuerpo y la mente, que no quieren darse a conocer; también se expresan aquellos arrepentimientos, pasiones y perdones.
Así, quienes por casualidad comienzan a vivir sus sueños, sus historias o sus deseos, son transportados por Calantha al camino de la pasión. Los cuerpos se tocan uno al otro, se persiguen, hasta que se encuentran y vibran, se aman y se vuelven uno.
Auténticamente, las historias amorosas convierten a esta ciudad en uno de los lugares más ardientes y lujuriosos, jamás visto.
Por eso, quien pasa por Calantha en algún momento de su vida, le es imposible olvidarla, porque permanecerá en las mentes hasta el último día.
Cada rincón de este magnífico paraíso, acerca a la eternidad y a la esencia de la vida, porque las historias de amor en Calantha, encierran en sí todos los misterios del mundo.

                                                                                            Gisela.


Saire
 En un estrecho camino, oscuros senderos me ahogan.
Busco una luz que me guíe al sinfín con ecos resonantes de voces perdidas, que penetran mis oídos como  susurros melodiosos. Siento sus paredes musgosas y decaídas, una ciudad en las penumbras.
Me pregunto qué piensan sus habitantes, dudando si es el efecto del espejo de un soñador; producto de una vana y decadente imaginación de un lugar… ¿Soy yo?...
 Muere la tarde…
 El sol se ocultó, la luz se extinguió, y en las entrañas de la noche, la majestuosa Luna se asoma entre las nubes grises que opacan a lo lejos aquellas estrellas llenas de deseos.
Veo leves rayos de luz iluminando rastros de nombres que alguna vez tuvieron sueños que alcanzar, emociones que sentir, los cuales  hoy no son más que dolorosos recuerdos ajenos a mi ser.
Saire es la ciudad donde todo es lo que no es.
-¿La cuidad del espejo? ¿Imaginada?-
Miles de rostros serán los que te pregunten.
 Serán respuestas obvias;  pero tú no las responderás, no sabrás, no comprenderás, porque la magia de Saire, mi cuidad, te atrapará, te llevará, te dormirá y como traición, Morfeo por primera vez hablará.
 La lujuria te encaminará en un sendero de placer y rechazo, marchitos de deseos que desde la luna, yo contemplaré sin saber qué pasa..Estás cautivas, en una caja.
 – ¡Mírame acá estoy!- gritarás desde tu alma, y rasguñarás con tus uñas piedras tatuadas  inmutables.
 Pero… No podrás hacer más que eso.
 Juegos de palabras se entrecruzan entre los habitantes, los sientes, los respiras.La locura y demencia son únicos aliados en las transformaciones fugaces de estrellas que pasan sobre el mar ; y su reflejo recalca muchas veces, que no se puede tener todo en la vida.
Amor, trabajo o dinero, diversión o sacrificio- ¿Qué preferirías tú?- piensan y rezongan los habitantes al verlas.
 Mírame, aún estoy aquí, en la espera de la luz,  de que bajes de la luna y me lleves a la realidad…y destaco no soy, somos muñecas de cristal, mostramos fragilidad, transparencia, pero no significa que no seamos resistentes…
Llora, ríe, ama y odia que es parte de esta vida, cuando tu cerebro colapse entonces no sentirás nada, ni siquiera el latido de tu herido corazón, y es mejor sentir a no hacerlo…- divulgan de flores de helechos, que sujetan las casas.
Todo para ello tenía vida, una vida perpleja.
 Es una ciudad de cuentos, donde no hay hadas ni finales felices, sólo una rosa que ella te ofrece, se es una historia de vida, que te hunde en la dulce locura.
-¿Por qué?-…
 Porque sus casonas son antiguas, cubiertas por helechos y enredaderas, verdaderas cárceles de historia.
Cuidadosamente, encontrarás un niño, jugando a amar, un hombre anhelando ser niño, casas aisladas unas de otras, mundos apartes entrelazados como manos de dos enamorados.
 Cuidad escondida, incógnita del ocaso de sol, con un corazón pincelado por melodías de garabatos de amores, en todas sus formas mágicas.
 Es la ciudad donde albergan a seres cuyo corazón no quieren sentir más, como el mío, que está deshojándose, como los pétalos de una rosa. Pero es lento como el otoño,  sutilmente  tira las hojas de los árboles... mis pétalos se caen esporádicamente.

La perdición es la única opción para vivir y la oscuridad pasa a ser la dama que te abraza y no te miente, simplemente calla y te invita a delirar, entre las fantasías de la realidad…

 ¡Toca el cielo y húndete en el infierno!... Saire.
                                                                                                                               Guadalupe
                                                                       
LA CIUDAD Y LA OTRA REALIDAD


Pienso en todas estas cosas cuando deseo una ciudad. Los deseos son ya recuerdos.

Este es un territorio de matices muy leves, de diferencias que el ojo no verá antes de mirar y agotarse mirando. Estos lugares no muestran, no guardan obviedades. Hay que poseer una mirada atenta y profunda para ver las variaciones de la tierra que cambia, el cielo que deslumbra por lo alto, la extensa gama de azules del mar, las huellas que dejan los animales en la meseta, el rigor y la belleza de la vida en el sur del mundo.

Tal vez desde la Patagonia resulte posible recrear un lenguaje propio, cargado con los matices del paisaje y dotado de una historia de símbolos.

Los recuerdo se amontonan en las montañas grises.De verdad, esta ciudad se llama Maitén.
Soplaba un viento frío del sur, el frío se sentía más de noche, el aire helado entraba por mi nariz, se me pegaba a las orejas, seguía por el cuello y me ponía agujas blandas en los dedos.
Las gaviotas parecían rebotar en la superficie blanda de los médanos, en la espada aguda de los olivillos, el aire salado de las olas, el chasquido del agua, era como tocar la lluvia.

¡Push!, push… se escuchaban  cercanos los ruidos de los balancines de las torres de petróleo. A lo lejos, hombres trabajaban en monos naranjas, con guantes de cuero.

Las cosas importantes sucedían, llovía, llovía, llovía y faltaba mucho para la tarde. El sol se opacaba en un círculo descolorido y se respiraba un aire turbio. La gente se volvía malhumorada, irritable.

La ciudad no decía su pasado, lo contenía como las líneas de una mano, escritos en los ángulos de las calles, en las rejas de las ventanas.

El mar era y es mi compañero durante mi vida, él me hará sentir el silencio permanente, añorando lo que deja al partir, miraré siempre hacia delante preguntando si mi sueño corresponde a la realidad.

                                                                                                               Altamirano, María Yohana.


PEKO

En Peko hay una retícula de calles que se superponen y se entre cruzan.Peko no es una recta sino un zigzag que se ramifica en tortuosas variantes, las calles se abren a cada transeúnte no sólo dos sino muchas. Las redes de pasajes no se disponen en un solo extracto, sino que siguen un subibaja de escaleras, galerías y calles suspendidas.

Combinando sectores de los diversos trayectos, cada persona que vive aquí tiene una distracción diferente para cada día en esta gran ciudad. La vida más tranquila y divertida en Peko transcurre sin repetirse.

Aquí como en cualquier otra parte hay vidas secretas y venturosas. Los ladrones y los amantes clandestinos por calles más altas y discontinuas, van saltando de un techo a otro, dejándose caer de una azotea y un balcón, contorneando canaletas de tejados con paso de sonámbulos.

Tendría que haber un mapa de Peko donde se puedan señalar con tinta de distintos colores, todos los trazos, sólidos y líquidos, evidentes y ocultos para saber donde puede transitar un viajero en este gran lugar.

                                                                                                    Marianela Estefany Gomez


La ciudad en alto


Una ciudad en alto, una ciudad en la cual nadie más que sus habitantes saben  de su existir.
 Esta ciudad llamada Eternidad se encuentra depositada sobre una acolchonada nube, la cual conforma su estructura. Tan liviana como una pluma, sostiene  grandes edificios, enormes casas y  hoteles gigantescos.
El viento siempre sopla con fuerzas y el sol nunca deja de brillar. Cuando la noche llega la temperatura  baja y las gaviotas abandonan sus paradas para bajar a la superficie.
La luna parece un planeta cercano, la ciudad se ilumina cada vez que ella está y las enormes estructuras se blanquean por la encandilante luz. Allá,  a través de esos ventanales se visualizan  las siluetas de esos extraños habitantes.
A lo lejos se conciben los helados picos de la cordillera, y las pequeñas luces de aviones que van y vienen sin saber sobre su existencia.
Allí, en donde el arco iris nunca suele ausentarse, una imponente aurora boreal pinta el paisaje de distintos tonos y de exuberantes colores.
Al atardecer, los insectos se asoman por el fuerte aroma dulce y agradable de esos raros y pocos árboles que hay en la ciudad.  Por otra parte, la vegetación sabe crecer en ese clima tan castigado por la  gran altura, y parece saber arreglárselas para seguir  un rumbo sin destino.
 Se trata de un rumbo todavía no encontrado, sin historia y alejado de la realidad soñada pero existente a la vez.
Eternidad, es la ciudad en donde los sueños se cumplen, los milagros son comunes y los deseos se hacen realidad. Las guerras no existen, la envidia es algo desconocido, la solidaridad es algo que nunca se perdió.
La ley  primera es dar amor, y la felicidad abunda.
Los domingos revolotean miles de ángeles sobre las terrazas ajenas, pero a nadie de los que habitan esta ciudad  les molesta sus danzas y  cuando estos aparecen el aire se vuelve liviano y puro.
El reloj de la catedral marca siempre la misma hora, con sus inmensas agujas de oro apuntan números desgastados. Sus habitantes no las utilizan, porque para ellos el tiempo nunca pasa.
 En Eternidad, la palabra tiempo no existe.
Todos esperan algo, nadie sabe explicarse qué es ni quiénes serán los próximos en llegar, pero saben que la vida allí  es mucho mejor.

                                                                                                       Fernanda Gonzalez

LOS CAMINOS
En Aretina, ciudad construida a base de innumerables caminos, aquello que creías imposible ya no lo es.
Existe un solo camino para cada persona que decida visitar este excéntrico lugar. Estos caminos responden a los distintos sueños, anhelos y deseos de los hombres.
Sólo pueden ingresar todos los hombres  y mujeres, que deseen  con todas sus fuerzas alcanzar aquel imposible, desde amores prohibidos, hasta traer de la muerte a la vida algún ser querido, ser dueño y señor del tiempo, volar, caminar sobre el mar, dormir en una nube, tocar el cielo con las manos. Es la única ciudad que permite la libertad de la persona, permite que afloren sus sentimientos y salga a la luz su más preciado deseo.  Para cada anhelo hay un camino y éste solo puede ser tomado una sola vez, no hay posibilidad de retroceder.
Aquel visitante decidido que llega a Aretina, deberá escoger su camino y comenzar a recorrerlo, no será fácil, tendrá que derribar obstáculos y vencer sus propios miedos. Se internará en los bosques de árboles tupidos y verdes hojas, atravesará puentes altísimos, tierras movedizas, pantanos, se encontrará con lagunas de aguas cristalinas que a modo de espejo, reflejan momentos de la gran llegada, del encuentro con aquel imposible.
Una vez alcanzada la meta, el caminante deberá abandonar esta ciudad y volver a su vida cotidiana, pero no lo hará solo, volverá con aquel ser querido, con el amor de su vida, con su sueño hecho realidad. Pero no recordará la ciudad, ni sus caminos, ni  sus lagunas, ni su inmensidad.
Será Aretina la  única ciudad que no quedará retenida en la memoria, ni en una fotografía o postal, sino en el placer de vivir con la convicción de que nada es imposible y todo se alcanza.

                                                                                                                             Silvana Mansilla


LA CIUDAD Y LAS POSIBILIDADES


Siguiendo el camino invisible que recorre el mar del sur, me encuentro con la ciudad de las posibilidades.
Arribar a su costa es altamente improbable, pero el azar, alguna vez de mi parte, me ha permitido el extraño privilegio de ser testigo de su existencia.
La manera más común de conocerla es recorriéndola a pie, tropezando a cada paso con objetos inverosímilmente ubicados en cualquier punto del camino que escojas transitar.
Así es como me he encontrado por ejemplo, un reloj cu-cu adosado a una taza de porcelana china de dimensión descomunal, colgando de un intrincado barranco. Una lluvia de curitas Jhonson &  en una tarde agobiante y calurosa.
Probabilidades difícilmente posibles, a entender de cualquier viajero, son lo más frecuente en esta ciudad.
En cuanto a la gente que habita esta increíble comarca, es perfectamente inconsciente de la singularidad con la que convive.
Es posible pensar que  existen un sin fin de posibles formas en las que visualizan el mundo que los rodea. Las personas se encuentran todo el día buscando, aunque si uno se acerca a preguntarles qué  buscan, no pueden precisarlo.
Alguien, alguna vez me contó, que buscaba posibilidades. Me contó que ya había experimentado la existencia caracol, arrastrándose y mirando la vida desde abajo: también me dijo, que había volado como un ave y que su visión desde lo alto lo había fascinado (aunque no tardara mucho en entender que nadie dura tanto tiempo en las alturas).
Lo cierto es que la mejor manera para experimentar el milagro de la existencia es mirando la vida desde un punto medio, aunque eso resulte raramente posible.
En el rojizo atardecer que antecede la noche, un viento arrasador despega todo vestigio de esperanza en los hombres, pero en la ciudad de las posibilidades esto no es un problema.
Al despuntar los primeros colores del alba, el abanico de posibilidades se despliega, una vez más, intacto frente a los ojos de quienes buscan su destino caminando bajo el sol.
                                                                                                                                                EDITH






MARINÁPOLIS


Solamente de una manera se llega a Marinápolis. Dicen por ahí, que sólo  los que sienten un fuerte deseo por encontrarla, son premiados con hallar la entrada a esta tierra fantástica.
Así sucedió con un joven viajero, quien hace unos años caminaba sin rumbo fijo en la búsqueda de la ciudad de sus sueños. Me contaron hace tiempo, y yo hoy les cuento a ustedes, que una mañana mientras caminaba, cayó por una especie de tuberías que lo condujeron precisamente ahí, a Marinápolis.
Finalmente  había encontrado  la ciudad, que era como una caja de cristal en medio del mar,  como una gran pecera.
Afuera, estaba el gran mundo marino y la ciudad estaba inserta en una tierra selvática.
Caminando entre los enormes árboles, pudo ver arroyos y  cabañas flotantes amarradas como si fueran barcos. Allí se encontró en presencia de una mujer que le robó mil suspiros, una joven llamada Esmeralda, de los ojos como el cielo, quien se ofreció gustosamente a darle un recorrido por el lugar.
No hace falta decir, que quedó inmensamente maravillado de lo que veía: motos voladoras, animales totalmente exóticos y nunca antes vistos, frutos en los árboles que si te decidías a saborearlos daban una sensación de felicidad incontrolable, además  del exquisito sabor; también los paisajes, los olores y hasta las costumbres de los habitantes eran totalmente distintas a lo que él conoció en su realidad.
A lo largo del recorrido llegaron al centro de la ciudad, donde se encontraba construida una especie de fuente gigante circular, que estaba sostenida por una pared de algas marinas. Dentro de ella, pudieron ver unos cuantos botes fabricados con caracoles marinos, que conducían hacia el medio de la fuente, a una escalera camino arriba que era la entrada al lugar sagrado de esta tierra.
Se dice que era una vertiente, un arroyo habitado por grandes peces de colores y llenos de luz que eran la energía de esta ciudad y la mantenían viva,  el “alma de la ciudad”, donde ocurrían todos los eventos especiales y donde la gente iba a pedir sus deseos, a meditar o simplemente a encontrar la paz para conectarse con su ser interior.
Y asi es Marinápolis, el llamado hogar del amor, la paz y los deseos; la ciudad que tal y como te permitió la entrada, te devuelve a la superficie ya habiéndote concedido tu más grande deseo para mantenerlo siempre en ti, y permitirte la posibilidad de seguir soñando; quien sabe y un día no muy lejano, puedas encontrarla distinta, como nuevamente la pensaste, como te la imaginaste.

                                                                                                                                              Cintia.





Ciudad de cristal
Al cabo de tres largos días de caminata, ya comenzando la mañana en busca del lugar de sus sueños y guiada por sus deseos, esta mujer se encuentra en  Cristalís.
Recorre un sendero primaveral hasta que se halla en presencia de un camino de pinos nevados y decide seguir esa dirección. Llegado al final del camino, se encuentra ya en esta tierra fantástica.
Son tantas las percepciones y sensaciones que le causa lo que ve, que sería inútil describirla a la perfección, pero hace  el intento: una ciudad que increíblemente parece de cristal, con casas, castillos, fuentes, puentes, esculturas y torres de hielo, trineos dirigidos por osos polares, perros siberianos y  animales  raros , nunca antes vistos.
Se refleja en el suelo, el cielo rojizo, donde parecen llover estalagmitas, y merodean  pájaros que susurran un  eco.
La suave brisa    desliza una mezcla de colores en la   fina y delicada cima de cada torre.
 La gente que habita allí tiene la tez  de porcelana .Su  vestimenta de pieles aterciopeladas alivia la   vida invernal.
 La emoción  ante aquel paisaje es mucha: se ve   la gente  feliz y conmueven las maravillas que se ofrecen al pasar.
Mientras  observa en silencio una fuente de hielo,  piensa y siente que no habría dicha más grande para un buscador de sueños, que pasar un día en el  maravilloso Cristalís.

                                                                                                                                     Marcia

 

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